Hay demasiadas cosas que toman de nosotros. Nos convertimos en personas que no solemos ser, adoptamos posiciones, podríamos decir que es adaptabilidad, crecimiento o sumisión. Pero cada modificación que le hacemos a nuestro comportamiento no es más que un paso hacia el filtraje, la claridad mental, eso que nos aterra, la verdad.

Por allí leí que los recuerdos matan pero considero que también te dan vida, un momento de paz en medio de la tormenta. Disociar para vivir.

No podemos escapar. De los sueños y los temores.  La calma aparente te quita el dolor de la inspiración.

Las personas no parecen entender el significado del silencio. De solo existir para disfrutarlo, de navegar en la noche, ver a las almas realizar sus más oscuros deseos, derretirse los cuerpos, buscar placer. 

Nos convertimos creo yo en el fondo, en lo que queremos ser pero que no nos atrevemos, en lo prohibido, en la sumisión del placer, en la sumisión de perder el control. 

Es la paradoja de la ansiedad, cederle el control de tu vida a otro.

Las palabras no son necesarias, solo miradas, que me mire como comida.

El resto es dolor físico y lo mental desaparece.

Es la ironía más grande, no soportar el dolor físico de otro, entenderlo y no poder acompañarlo pero poder ceder el dolor que quieres sentir y soportarlo, cual castigo más grande que mereces pagar, es lo que deseas experimentar.

A veces su voz es mi debilidad, su cuello mi fuente de perdición, y sus cabellos negros eran como un poema, su piel blanca me devoró 11 años después de desearla, sin reparo.

Es una cadena de malas decisiones, una cadena de lujuría. Mi pecado es tratar de encontrarlo donde estás, a miles de kilometros lejos. 

Mi pecado es encontrar que conoces mi cuerpo y tratar de someterme a otro.




Tú, inocente creo yo que todo lo que me dices es verdad.

Sabía que no eres santo, 


así es como muere la inocencia, no puedo declararme libre de pecado pero me doy cuenta de que soy inocente con mis sentimientos y emociones, que soy idealista.



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